miércoles, 15 de junio de 2011

La otra vereda


Caminaba y la lluvia era el día.
Los ojos delineados profundamente,
el pelo impecable y prolijo,
una mujer recogida en un tapado.

Pasan las calles entre los meses,
ya perdió la cuenta de lo que pasó.
Una vidriera enfrente,
casi conocida.

Una silla vacía,
un almohadón incómodo,
el pasado hecho retrato;
un buen trato a modo de final.

Ella mira a la distancia,
entre lo gris del día y la claridad del alma.
Reconoce algo triste y familiar.
Piensa cruzar y no cede.
Ya no la tienta ni siquiera espiar.

No hay nada nuevo hoy?
las mismas rayas y cuadros,
los finales que ya leyó,
los libretos que ya estudió,
existencia cíclica mareada entre los miedos.

Se detiene un momento y gira la vista.
La silla? sin contenido.
El Almohadón: sin hacer sentir cómodo a nadie.
El mismo retrato de siempre
con la misma luz que sigue sin dejar ver.

es tan clara la sensación de lo que no ha sido,
y tan baja la propensión a ceder.
La curiosidad muere en medio de la calle,
anclando tus tacos debajo de tus pies.

Enfrente la otra vereda,
igual que antes
igual que ayer.

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