lunes, 21 de febrero de 2011

Daisy


Parecía un estuche para lápices, de lata.
Pero no era.
Era un estuche con acuarelas y una imagen en su tapa que no recuerdo.
No eran simples acuarelas,
habían sido las acuarelas de mi tía Daisy.
Daisy tenía la piel claramente nacarada.
Los ojos celestes como el cielo,
como una de las divisiones de las acuarelas,
justo el celeste más celeste pastel.
Tenía un carré con el cabello castaño oscuro,
perfectamente lacio.
Recuerdo sus manos,
eran delicadas y bonitas.
Sus dedos parecían pétalos levemente inclinados,
cuando los veía sujetar algo con ellos.
Tenía vestidos hermosos.
Carteras hermosas.
Sandalias hermosas.
Libros fabulosos que su padre traía de sus muchísimos viajes.
Estuches con acuarelas.
Su padre ya no vivía más, pero sí en su corazón.
Daisy un día dejó de hablar.
Se hizo silencio para siempre.
La última frase que recuerdo de ella fue:
*el papi está en Perú*
Su papi, el de los ojos hermosamente grises como no ví ni veré en ningún rostro ni acuarela nunca más en mi vida, estaba en *Perú misionando*.
Una misión de la que nunca volvía.
La mente de Daisy era distinta.
Era tan pura como su piel.
Su silencio, homenajeaba con dulzura lo que no podía comprender.
Silencio dulce,
como su sangre.
Sangre que no la dejó vivir mas allá de sus 27 años.
Un día, oscuro, muy oscuro...desperté viendo a mi padre llorar.
Sentado en el borde de la otra cama en mi habitación,
Mi mamá abrazándolo.
Mis padres también estaban muriendo, pero esa muerte los unió en ese instante.
Aunque el instante sólo durara un abrazo.
Yo entendí todo.
LLoré.Tuve mucha pena.
Mi papá había traído una caja para mí.
Tenía los libros de Daisy que tanto yo amaba leer.
(Hoy mi preciado tesoro de la infancia)
Tenía sus lapiceras,sus acuarelas, sus cositas femeninas y especiales...todo en ella lo era.
Su Papi siempre le regalaba cosas hermosas y distintas...recuerdos de sus viajes.
Llegó también una valijita, también de lata.
Estaba llena de sellos de países sobre el fondo de mapa mundial.
Las manijitas rojas.
Cada vez que la veo, recuerdo lo que sentía cuando la abría a escondidas para espiar su interior.
Esa caja era especial, pero sabía amargo el tenerla.
Yo la tenía porque Daisy ya no estaba.
Hubiera querido no heredarla jamás con mis 8 años.
Pinté muchas tardes con esas acuarelas.
Me encantaba pintar sirenas de colores, sentadas sobre rocas en donde explotaba el mar azul.
A veces pintaba tanto las hojas que se secaban y se doblaban de la cantidad de veces que había arrastrado el pincel sobre ellas.
Las hojas se doblaban entre sus colores,
mis ojos se extasiaban entre las historias de los libros.
Lo más hermoso fue su casita de muñecas.Era también de lata! perfectamente pintada, con dos pisos y del otro lado todos los detalles sobre sus paredes.
Tenía cada mueble y accesorio..hasta los del baño completos!
Era una casita norteamericana de las que nunca volví a ver.
Yo me sentía honrada de tener sus recuerdos mas preciados.
Cuando yo cumplí mis 27 años , recuerdo como una vez vino a mi mente la fuerte impresión de que ahora tenía su misma edad.
Y que estaba sana y que estaba con vida.
Otra vez volvió la sensación amarga de las cosas bonitas dentro de la caja, que ya no me daban el mismo placer usar.
Para esa época un día soñé con el cielo.Nunca soñé con el cielo de ese modo, de nuevo.
Yo estaba caminando descalza sobre un césped perfectamente suave y casi tibio.
Había una luz sin sol impresionante para donde mirara, pero veía perfectamente que era el cielo.
Una brisa llevaba mi pelo hacia atrás.Largo casi por mi cintura, castaño claro y con suaves ondas, como cuando era chica.
Me sentía plenamente felíz, en paz, gozosa...era hermosa esa sensación.
Me sentía hermosa yo también aunque no podía mirarme en ningún reflejo.
Recuerdo que alguien tocó mi hombro desde atrás-
Al darme vuelta, vi a la chica mas preciosa que haya visto jamás.
Tenía el pelo castaño oscuro cobrizo, cayendo sobre sus hombros en perfecto carré.
Su piel era de porcelana,
sus labios rosados como los míos.
La mirada mas dulce imaginada que prodigaban dos ojos perfectamente celestes.
Algo me hacía conocerla, pero nunca la había visto.
Me sonrió con amor y me tomó la mano.
Me llamó por mi nombre y me dijo: yo soy tu tía Daisy.
Recuerdo ese sueño y vuelvo a emocionarme...fue hermoso encontrarla allí.
Perfectamente sana y transformada.
Hermosa en la plenitud que una enfermedad injusta le restó.
Fue el cielo mas perfecto que podría haber imaginado.
Lo más hermoso es que será real.
Alguien lo pintó con acuarelas,
con los toques delicados de sus manos,
para Daisy y para mí.




1 comentario:

Bell dijo...

sin palabras... me llevaste a conocerla y me llenaste de esperanza. lo bueno es que sabemos que algun dia vas a vivir tu sueño... saludos Butterfly!